"El espejismo del litio: ¿una oportunidad o un nuevo ciclo de saqueo?"

Bolivia posee una de las mayores reservas de litio del mundo, y el gobierno lo presenta como la gran apuesta para el desarrollo del país. Sin embargo, ¿realmente el litio traerá prosperidad o será otro recurso explotado sin generar beneficios para la población?

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Foto: José Carlos Solón.Es sociólogo y cursó dos maestrías: Ciencias Políticas en Sciences Po Paris y Estudios Medioambientales en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.

Entrevista a José Carlos Solón

José Ochoa Renjel: José Carlos, muchas gracias por aceptar esta entrevista. Antes de comenzar, ¿podría presentarse para nuestros lectores?
José Carlos Solón: Gracias, José Manuel. Soy sociólogo, con formación en ciencias políticas y estudios medioambientales en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Mi trabajo de investigación y análisis se ha centrado en temas de desarrollo, medio ambiente y políticas públicas, con un enfoque crítico sobre la explotación de los recursos naturales en Bolivia.

En 2022 publiqué el libro Espejismos de Abundancia: Los Mitos del Litio en el Salar de Uyuni, donde analizo las falsas promesas que rodean la industrialización del litio y los desafíos ambientales y económicos que conlleva.

 
José Ochoa Renjel: En su libro menciona que la industrialización del litio en Bolivia está rodeada de mitos y promesas poco realistas. ¿Cuáles son los principales mitos que ha identificado en este proceso?
José Carlos Solón: Uno de los principales mitos es el "mito de la abundancia". Se nos dice que, como Bolivia tiene el mayor depósito de litio del mundo, es inevitable que lo explotemos y lo convirtamos en una fuente de riqueza. Sin embargo, esto no es tan sencillo.

Existe una gran diferencia entre recursos y reservas:

Recurso: Es la cantidad total de litio en el Salar de Uyuni, estimada en 21 millones de toneladas.
Reserva: Es la porción de ese recurso que realmente puede extraerse y procesarse de manera económicamente viable.
En el caso de Bolivia, solo contamos con recursos, pero no con reservas certificadas. Esto significa que todavía no sabemos cuánta cantidad de litio puede extraerse sin generar pérdidas económicas.

Este mito de la abundancia nos ha llevado a tomar decisiones apresuradas, creyendo que el litio será la solución a todos nuestros problemas sin evaluar su viabilidad real.

 
José Ochoa Renjel: Se suele presentar la industrialización del litio como una oportunidad histórica para Bolivia, pero usted argumenta que este modelo puede perpetuar la dependencia extractivista. ¿En qué aspectos el actual enfoque del gobierno es problemático?
José Carlos Solón: La idea de que la industrialización del litio cambiará nuestra economía es engañosa porque seguimos atrapados en un modelo extractivista.

El extractivismo es un modelo basado en la explotación de recursos naturales sin generar valor agregado, dejando a Bolivia dependiente de mercados internacionales y de grandes corporaciones extranjeras.

El plan actual con empresas como CBC (China) y Uranium One Group (Rusia) es un claro ejemplo de esto. Estos contratos están diseñados para extraer carbonato de litio y venderlo como materia prima, sin desarrollar la capacidad de fabricar baterías o productos con mayor valor agregado en Bolivia.

En lugar de salir del extractivismo, estamos profundizando nuestra dependencia de las grandes cadenas de valor controladas por empresas transnacionales.

 
José Ochoa Renjel: En el discurso oficial se habla de “soberanía sobre el litio”, pero los contratos con empresas extranjeras parecen contradecir esta idea. ¿Cómo interpreta esta aparente contradicción?
José Carlos Solón: La soberanía sobre el litio es más un discurso que una realidad.

Si revisamos los contratos con CBC y Uranium One, veremos que Bolivia mantiene la propiedad del litio, pero pierde el control sobre su explotación y comercialización.

Un ejemplo claro es la cláusula 13 del contrato con CBC, que establece el mecanismo de retribución al operador:

El Estado boliviano asume todos los costos de inversión, operación y mantenimiento.
Se paga una tasa de interés, costos de servicio técnico y costos operativos.
Luego, las utilidades se dividen 51% para Bolivia y 49% para la empresa extranjera.
En otras palabras, no solo entregamos el litio a estas empresas, sino que asumimos todos los riesgos y les garantizamos una retribución total, incluso antes de obtener ganancias.

Esto es lo opuesto a la soberanía: tenemos la propiedad, pero no el control.

 
José Ochoa Renjel: Desde un punto de vista ambiental, ¿cree que la tecnología de extracción directa de litio es viable y sostenible para los salares bolivianos?
José Carlos Solón: Existen grandes incertidumbres sobre la viabilidad ambiental de la extracción directa de litio (DLE) en los salares bolivianos.

La DLE es un concepto amplio que engloba diversas técnicas, como ósmosis inversa, absorción o solventes químicos. Sin embargo, el problema es que no sabemos qué tecnología se va a utilizar en Bolivia, ya que los anexos técnicos de los contratos no han sido divulgados.

Otro punto clave es que esta tecnología no ha sido probada a gran escala industrial. Lo que funciona en un laboratorio o en proyectos piloto no necesariamente funcionará en un ecosistema frágil como el Salar de Uyuni.

Por eso, en mi opinión, Bolivia debería aplicar el principio precautorio: si no tenemos certeza de los impactos ambientales, no deberíamos comprometernos con contratos de largo plazo.

 
José Ochoa Renjel ¿Cómo debería Bolivia gestionar el litio para que realmente beneficie a la población y no se convierta en otro ciclo de saqueo y dependencia?
José Carlos Solón: Para que el litio beneficie realmente a Bolivia, necesitamos una política integral y transparente, basada en tres pilares:

Una nueva normativa que regule el sector del litio de manera clara y con reglas equitativas. Actualmente, las normas son ambiguas y permiten interpretaciones que benefician a las empresas extranjeras.
Un diálogo nacional donde participen comunidades, expertos y sectores productivos. Actualmente, las decisiones se toman de manera cerrada, sin consulta ni debate.
Detener los contratos perjudiciales. En las condiciones actuales, estos acuerdos solo beneficiarán a las empresas extranjeras y podrían generar más problemas que soluciones para Bolivia.
 
José Ochoa Renjel: ¿Se ha tomado en cuenta a las comunidades afectadas en el proceso de explotación del litio o ha sido solo un discurso?
José Carlos Solón: No ha habido una consulta real.

El gobierno ha realizado reuniones para informar a las comunidades, pero informar no es lo mismo que consultar. El Convenio 169 de la OIT establece que cualquier decisión que afecte a pueblos indígenas debe ser consultada previamente, y esto no se ha cumplido.

Las comunidades afectadas han sido ignoradas en la toma de decisiones. Este es un problema serio, porque el litio no solo tiene implicaciones económicas, sino también ambientales y sociales que impactarán directamente a estos pueblos.

 
Agradecimiento
José Manuel Ochoa Renjel: José Carlos, muchas gracias por compartir tu análisis sobre el litio en Bolivia. Nos has ayudado a comprender las implicaciones económicas, sociales y ambientales de su explotación. Espero que podamos seguir conversando sobre estos temas en el futuro.

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