Bolivia al borde del aislamiento internacional: la vergonzosa pérdida de su voto en la ONU por una deuda mínima

La falta de pago de Bolivia a la ONU no es solo un impago administrativo, sino el reflejo de una crisis más profunda: un gobierno sin dirección, una diplomacia debilitada y una economía en deterioro que evidencian la incompetencia del presidente Luis Arce para gestionar las obligaciones internacionales del país.

Editorial14 de marzo de 2025Mauricio Ochoa UriosteMauricio Ochoa Urioste
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Foto: APGArchivo.

Bolivia enfrenta un nuevo bochorno internacional: la posible pérdida de su derecho al voto en la Asamblea General de la ONU por falta de pago. Este hecho, que debería causar alarma en cualquier gobierno con una mínima visión geopolítica, revela la impericia, desidia y miopía del presidente Luis Arce en el manejo de los asuntos exteriores y la economía nacional.

El monto adeudado a la ONU asciende a aproximadamente 772.000 dólares. Para un Estado, esta cifra es insignificante en comparación con el despilfarro burocrático y el gasto en propaganda oficialista. Sin embargo, la incapacidad de cubrir una obligación mínima en el escenario internacional es un reflejo de la precariedad económica que atraviesa Bolivia, una crisis que el gobierno insiste en minimizar mientras el país se hunde en la escasez de dólares y combustibles.

El artículo 19 de la Carta de las Naciones Unidas es claro: un país pierde su derecho al voto si su deuda equivale o supera las contribuciones de los dos años previos. Bolivia ha caído en esta vergonzosa lista, junto a naciones devastadas por conflictos o crisis humanitarias extremas. ¿Cómo es posible que el gobierno de Arce, que tanto se jacta de la soberanía y el protagonismo internacional, permita semejante afrenta a la dignidad del país?

La pérdida del voto en la ONU no es solo un castigo administrativo. Es una declaración al mundo de que Bolivia no es capaz de cumplir con lo mínimo. Significa quedar marginado en debates cruciales sobre derechos humanos, desarrollo sostenible y comercio global. En un momento donde el país debería reforzar su presencia internacional para atraer inversiones y cooperación, el gobierno de Arce prefiere hundirse en la indiferencia y la incompetencia.

Este episodio es el síntoma de un problema mayor: una administración sin rumbo, sin liderazgo y sin un plan claro. La economía boliviana se tambalea entre la falta de liquidez y la creciente desconfianza de los mercados, mientras el oficialismo sigue enfrascado en disputas internas y discursos vacíos. La diplomacia boliviana, otrora activa en la defensa de los intereses nacionales, ha sido relegada a un segundo plano, secuestrada por la falta de recursos y una dirección política sin visión.

Más allá del impago, este episodio desnuda una triste realidad: Bolivia ha perdido influencia en el escenario internacional. En el pasado, el país pudo haber contado con respaldo diplomático para resolver una deuda menor sin que esto trascendiera a la opinión pública. Hoy, ni siquiera cuenta con el peso político para evitar el escándalo. La fragilidad del actual gobierno lo ha llevado al aislamiento, con relaciones exteriores debilitadas y una credibilidad en declive.

Bolivia no puede permitirse esta clase de humillaciones internacionales. Es imperativo que el gobierno rectifique, salde la deuda con la ONU y adopte una estrategia seria para recuperar su prestigio exterior. Sin embargo, este incidente ya ha dejado claro un mensaje: la gestión de Luis Arce es la de un gobierno que no solo carece de dólares y combustible, sino también de ideas, voluntad y dignidad política.

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