
La unidad como horizonte, no como táctica temporal
Bolivia necesita unidad más allá de las elecciones: reformas profundas, respeto a la institucionalidad y un frente amplio que garantice democracia, justicia y libertad.
¿Qué rumbo tomar?. Esa es la pregunta que Bolivia se hace desde hace décadas. Una nación atrapada entre promesas rotas, saqueos institucionales y una corrupción que parece haberse incrustado en lo más hondo de su tejido social. Pero para responder a esa pregunta —con honestidad y sin propaganda— es necesario mirar el pasado sin idealizaciones.
Editorial26 de marzo de 2025Antes del Movimiento al Socialismo (MAS), los gobiernos neoliberales dejaron tras de sí un país vulnerable: contratos leoninos firmados con transnacionales, entrega indiscriminada de los recursos naturales, y una partida de gastos reservados utilizada como caja chica del poder, sin rendición de cuentas ni control democrático. Fue una época marcada por el despojo silencioso y legalizado, una rapiña revestida de tecnocracia.
Sin embargo, el cambio de gobierno no erradicó el problema de fondo. La llegada del MAS al poder no significó el fin de la corrupción ni la construcción de una institucionalidad más transparente. Las promesas de renovación pronto se vieron opacadas por prácticas similares: concentración de poder, instrumentalización de la justicia y falta de rendición de cuentas. El mal que afecta al país ha demostrado ser más profundo que cualquier ideología o partido: es un patrón cultural, un sistema viciado que se reproduce sin importar quién gobierne.
La corrupción no es exclusiva de los gobernantes; nos atraviesa como sociedad. Desde el contrabando hasta las coimas normalizadas a oficiales de tránsito, lo que vemos es apenas la superficie de un sistema descompuesto. El verdadero cáncer está en una “justicia” que se ha convertido en guillotina política: presta para enjuiciar opositores, servil frente al poder de turno, e inútil frente a los verdaderos delitos que agobian a la ciudadanía. La impunidad es la norma, y el miedo a disentir, una constante.
¿Qué hacer?. La respuesta no está en nuevos caudillos ni en salvadores providenciales. Bolivia necesita con urgencia una ciudadanía armada de valor y conciencia. Una sociedad medianamente educada, pero sólidamente comprometida con valores de justicia, responsabilidad y civismo. No basta con ser indígena o no indígena para ocupar un cargo de poder: la identidad no reemplaza a la formación, ni la representación simbólica a la ética pública.
Necesitamos una dirigencia preparada, honesta, con visión de Estado. Y eso solo se logra con educación. Educación en la familia, sí, pero también con una apuesta política firme por elevar el gasto público en todos los niveles del sistema educativo. No podemos seguir improvisando. Debemos formar profesionales altamente cualificados que enfrenten con inteligencia los retos del siglo XXI: el cambio climático, la transición energética, la crisis del agua, el desafío digital, la integración internacional.
Y en este esfuerzo, los medios de comunicación tienen un rol irrenunciable. No pueden seguir amplificando solo la voz de los poderosos. Deben recuperar su función social: dar cobertura a quienes reclaman justicia y libertad, a quienes luchan por los derechos humanos y por la defensa de nuestros recursos naturales. Visibilizar a quienes no tienen cabida en la propaganda oficial ni en la frivolidad mediática.
En mi recorrido por universidades europeas he quedado profundamente maravillado por las enormes bibliotecas, ricas en recursos para estudiar e investigar. No se trata solo de infraestructura, sino de una atmósfera de respeto por el conocimiento. En Bolivia, si bien contamos con profesionales valiosos y capacitados, es escuálida la cantidad de científicos e investigadores serios en el campo de las ciencias sociales y las humanidades. Esta ausencia es más que preocupante: es estructural. El desarrollo boliviano no vendrá de la improvisación ni del anti-intelectualismo, sino de la mano de aquellos líderes —y de una sociedad en su conjunto— que amen la cultura y las ciencias, y no las rechacen. Solo a través del pensamiento crítico, la investigación rigurosa y la apuesta por el saber podremos aspirar a un futuro distinto.
La verdadera revolución pendiente en Bolivia no es ideológica, es moral e intelectual. Requiere una transformación profunda de nuestras instituciones, nuestras prácticas sociales y nuestro contrato ciudadano. Y esa revolución comienza con una decisión: dejar de buscar culpables y empezar a construir soluciones, desde abajo y entre todos.
Bolivia necesita unidad más allá de las elecciones: reformas profundas, respeto a la institucionalidad y un frente amplio que garantice democracia, justicia y libertad.
El pluralismo político es un pilar esencial de la democracia. En elfaro24.com defendemos la imparcialidad informativa y rechazamos toda dependencia de partidos, ONG’s u organismos internacionales.
El reciente fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), que anuló la convocatoria a la Séptima Sesión Ordinaria de la Asamblea Legislativa Plurinacional del 5 de junio de 2024, pone de manifiesto un problema recurrente en la justicia boliviana: la aplicación selectiva del derecho y la posible interferencia de intereses políticos en las decisiones judiciales.
Bolivia ha dejado de ser un actor soberano en el escenario internacional. Mientras el mundo condena las agresiones de regímenes autoritarios, la diplomacia boliviana opta por la ambigüedad, el silencio y la sumisión ideológica. El servilismo del MAS en la ONU y la falta de estrategia en el MERCOSUR han llevado al país a un aislamiento peligroso. ¿Podrá Bolivia recuperar su voz antes de quedar atrapada en la irrelevancia global?.
El país se ha convertido en una eterna fila: para conseguir gasolina, para comprar gas, para buscar justicia. Mientras el pueblo espera, los poderosos siguen sin rendir cuentas, la corrupción se pasea impune y el Estado se reparte entre leales al régimen. ¿Hasta cuándo seguiremos en la fila de la desesperanza?
El organismo electoral debe aplicar la ley sin titubeos, cancelar la personería de FPV y PAN-BOL y confirmar que Morales no puede postularse.