Bolivia expulsa a miembros de Kailasa, la nación ficticia

La autoproclamada nación de Kailasa, volvió a ser noticia tras la expulsión de 20 extranjeros que intentaban apropiarse de tierras indígenas en Bolivia.

Actualidad24 de marzo de 2025RedacciónRedacción
Min Interior
FOTO/Roberto ARANDA @APGNoticiasBoLA PAZ - La directora de Migración Katerin Calderón.

Kailasa, una supuesta nación hindú fundada por el líder espiritual Nithyananda, ha captado la atención internacional por sus intentos de posicionarse como un Estado soberano sin reconocimiento jurídico ni territorio definido. A pesar de ser una micronación ficticia, Kailasa ha logrado colarse en eventos diplomáticos internacionales y ha firmado acuerdos protocolares con autoridades municipales desinformadas, revelando las grietas del sistema internacional frente a fenómenos no convencionales.

El creador de Kailasa es Nithyananda, un líder espiritual hindú que enfrenta múltiples cargos criminales en la India, incluidos abuso sexual, secuestro y violencia contra menores. Tras huir del país en 2019, proclamó la fundación de "la primera nación hindú para hindúes perseguidos", a la que llamó Kailasa, en referencia al mítico monte del dios Shiva. Desde entonces, la supuesta nación ha adoptado todos los símbolos de un Estado: bandera, constitución, moneda, pasaportes e incluso embajadas virtuales. Sin embargo, Kailasa no posee territorio físico reconocido, y los intentos de vincularla con una isla en Ecuador fueron desmentidos oficialmente por el gobierno ecuatoriano.

Micronaciones como Kailasa existen desde hace décadas: entidades que, sin reconocimiento formal, se autodefinen como Estados soberanos. Lo particular del caso Kailasa es su alcance digital y su capacidad de infiltración institucional. En 2023, representantes de Kailasa lograron participar brevemente en una sesión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, lo que provocó una aclaración inmediata del organismo: la ONU permite participación de ONGs, pero ello no implica reconocimiento estatal. Además, alcaldías en Estados Unidos y Canadá firmaron sin saberlo acuerdos de entendimiento con “representantes de Kailasa”, creyendo que se trataba de un Estado legítimo. Tras la polémica, dichos acuerdos fueron anulados.

En Bolivia, la supuesta nación volvió a ser noticia. Según reportó la Agencia Boliviana de Información (ABI) el 24 de marzo de 2025, fueron expulsadas 20 personas extranjeras vinculadas a la ficticia nación Kailasa, tras denuncias de que pretendían apropiarse de tierras pertenecientes a pueblos indígenas. “Se ha podido efectivizar la salida obligatoria de las personas pertenecientes a este grupo, ya no se encuentran en nuestro territorio nacional. Estamos hablando de 20 personas, 3 encontradas en Beni y 17 en Santa Cruz”, declaró la directora de Migración, Katherine Calderón. Tres de las personas fueron ubicadas en el municipio de Exaltación (Beni) y trasladadas al aeropuerto de Viru Viru en Santa Cruz para su expulsión. Las otras 17 fueron encontradas en un domicilio de la zona central de Santa Cruz y notificadas con su salida definitiva del país. Calderón señaló que “esta secta ha tratado de vulnerar la buena fe de nuestra población indígena, intentando engañarlos para hacer uso de tierras originarias”. La autoridad remarcó que con esta medida “se les ha emitido la salida obligatoria definitiva, lo cual permite que no puedan volver a ingresar al país”.

El caso Kailasa expone una tensión creciente entre las formas tradicionales de diplomacia interestatal y las nuevas formas de legitimidad simbólica que operan en internet. En el sistema internacional basado en la Convención de Montevideo de 1933, un Estado debe tener territorio, población permanente, gobierno y capacidad de entablar relaciones con otros Estados. Kailasa no cumple ninguno de estos criterios. No obstante, su estrategia se apoya en el marketing, el simbolismo religioso y el vacío normativo que puede existir en ciertas instancias diplomáticas. La facilidad con la que ha obtenido visibilidad revela los desafíos que enfrentan las instituciones multilaterales ante nuevas formas de representación no estatales.

Mientras algunos ven a Kailasa como una curiosidad digital sin consecuencias reales, otros alertan sobre los peligros de permitir que actores con historial criminal se escuden en identidades ficticias para obtener impunidad o desinformar a la opinión pública. El caso también plantea dilemas sobre el rol de los medios, las redes sociales y la responsabilidad institucional de los gobiernos locales frente a entidades que buscan simular legitimidad diplomática.

Kailasa no es un Estado. Es una micronación sin territorio, sin reconocimiento internacional y fundada por un prófugo de la justicia. Pero su existencia mediática, su influencia simbólica y su capacidad de infiltrarse en espacios formales deben ser tomadas en serio. En un mundo hiperconectado, los Estados y organismos multilaterales deben reforzar sus mecanismos de verificación para no abrirle la puerta a ficciones que buscan convertirse en realidades políticas.

Fuentes

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