El agua que alimenta, hoy destruye: más de 4.500 comunidades afectadas y 22% del área productiva dañada

Las intensas lluvias continúan golpeando al país. Campesinos pierden sus cultivos y el acceso al alimento se complica. A la emergencia se suma la escasez de diésel, que agrava la situación en el agro y el transporte.

Actualidad28 de marzo de 2025José Ochoa RenjelJosé Ochoa Renjel
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Foto: APG."Vacas atrapadas por la inundación, casi sin poder moverse entre el agua."

Lo que debería ser fuente de vida, se ha convertido en causa de destrucción. Según reportes oficiales, más de 4.500 comunidades en Bolivia han sido afectadas por las intensas lluvias que azotan al país desde hace semanas. Las inundaciones no solo han dejado caminos intransitables y viviendas dañadas, sino que han arrasado con cultivos enteros, afectando directamente la seguridad alimentaria de miles de familias.

“El agua se llevó todo. Lo poco que sembramos para comer, ya no está”, relata un productor del trópico cochabambino, una de las zonas más golpeadas.

El impacto sobre la producción agrícola es crítico. De acuerdo con datos del sector agropecuario, el 22% del área productiva del país está dañada. Cultivos de arroz, papa, plátano, maíz y hortalizas han sido parcialmente o totalmente perdidos. Las zonas más afectadas están en el norte paceño, los valles de Cochabamba, el sur de Santa Cruz y el Beni.

A esta emergencia se suma otro problema estructural: la persistente falta de diésel, que impide la movilización de maquinaria agrícola, transporte de productos e incluso la evacuación de comunidades anegadas. Los productores reclaman que, pese a las promesas, el suministro sigue siendo irregular y la situación tiende a empeorar.

“El daño no solo es por el agua. Sin diésel, no podemos cosechar, ni transportar, ni reponernos de las pérdidas”, advierten desde la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO).

Las autoridades han activado planes de respuesta, pero la magnitud del desastre pone a prueba la capacidad de reacción del Estado. Mientras tanto, las familias del campo siguen enfrentando una doble amenaza: el agua que inunda sus cultivos y la ausencia de combustible para sostener su economía.

Fuente: El Deber

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