Del fracaso de la "diplomacia de los pueblos" a una diplomacia profesional para el desarrollo

La política exterior boliviana ha estado marcada por una sobreideologización que limitó su inserción internacional, apostando por una "diplomacia identitaria" carente de pragmatismo. Este análisis critica los errores estratégicos del enfoque plurinacional y propone una transformación basada en Smart Power, priorizando profesionalización diplomática, negociaciones económicas efectivas y una reconfiguración de alianzas para fortalecer el rol de Bolivia en la geopolítica regional y global.

AnálisisHace 5 horas Franz Rafael Barrios Gonzales
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Foto: Franz Rafael Barrios GonzalesGentileza.

La política exterior del fallido Estado Plurinacional, en las últimas décadas, intentó posicionar a Bolivia bajo un enfoque sobreideologizado de lo "Plurinacional" (en la versión de los consultores de Salamanca, claro está). Lejos de fortalecer la inserción internacional del país, restringió su accionar dentro de lo que en el ámbito del Derecho Internacional Público conocemos como “diplomacia identitaria”, creyendo que esto permitiría diferenciarse del modelo tradicional de Estado-Nación, en base a:

Soft power folclórico: Uso simbólico de la wiphala, la hoja de coca, disfraces, un andinocentrismo discursivo y la pseudo filosofía del "Vivir Bien" en foros internacionales como la ONU, OEA, CELAC, MERCOSUR y otros.
“Diplomacia de los Pueblos”: Construcción de “alianzas” transnacionales en el plano discursivo con “movimientos sociales” e “indígenas”, priorizando una estéril retórica de confrontación.
Vocerías de ex presidentes de Estado (a cambio de amnistías políticas): Esta práctica resultó particularmente perjudicial en casos clave para el espíritu nacional, como la demanda marítima ante La Haya y la disputa por las aguas del Silala que se perdieron. El rol de Carlos Mesa y Jorge Quiroga jamás superó ese discurso identitario del oficialismo, sin sustento geopolítico sólido.

Asimismo, la falta de profesionalización diplomática, marcada por un cuoteo político de cargos, ha derivado en una improvisación que ha degradado aún más la política exterior. Un ejemplo insólito es el caso de la misión diplomática boliviana en Austria, donde el “Choquehuanquismo” ha impuesto como Encargada de Negocios a una ciudadana polaca de nacimiento, quien, sin ostentar el cargo de Embajadora —vacante tras el fallecimiento del titular—, ejerce como “jefa de misión”. Siendo que esta representación tiene la particularidad de ser concurrente ante otros países.

Por otro lado, el aislamiento internacional por falta de pragmatismo y confrontación ideológica han alejado a Bolivia de potencias y vecinos, reduciendo su margen de maniobra en acuerdos estratégicos y mercados competitivos. 

Con este diagnóstico, resulta imperativo transformar el ejercicio de la política exterior boliviana mediante una estrategia de Smart Power, combinando el uso efectivo de herramientas pragmáticas de negociación económica y geopolítica con una inserción estratégica en el escenario internacional. Para ello, se plantean las siguientes acciones:

Profesionalización del servicio diplomático: Es fundamental que la gestión de relaciones exteriores esté a cargo de expertos con formación y experiencia, evitando designaciones por cuoteo político que debilitan la representación del país. 
Diplomacia pragmática para el Desarrollo: Bolivia debe adoptar un enfoque basado en hard power económico, priorizando negociaciones efectivas con organismos internacionales y socios estratégicos que permitan la apertura de mercados para posicionar servicios y bienes fortaleciendo su denominación de origen, la atracción de inversiones y la consolidación de acuerdos comerciales que potencie el volumen de las exportaciones por sobre importaciones.
Reconfiguración del posicionamiento regional: En el corto plazo, el país debe priorizar intereses socioeconómicos sobre alineamientos ideológicos, diversificando sus alianzas internacionales y evitando la dependencia exclusiva de países con afinidad política. Esta estrategia permitirá optimizar su margen de maniobra en el comercio y la cooperación internacional.
Impulso de la paradiplomacia territorial: Se debe implementar, de manera inédita, el rol de las entidades territoriales autónomas en la esfera internacional, permitiéndoles ejercer su competencia compartida en relaciones exteriores dentro del marco de la política exterior del nivel central. Esto fortalecerá la inserción de Bolivia en mercados globales mediante acuerdos descentralizados, complementando la estrategia nacional.

En definitiva, apostar por una estrategia más pragmática y consistente no implica renunciar a principios nacionales, sino redefinirlos con visión geopolítica, asegurando que Bolivia deje de ser un espectador y se convierta en un actor con influencia real desde el corazón de Suramérica, donde la ubicación no debe ser sólo un destino, sino una ventaja estratégica.

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