Cualquier persona que se haya propuesto aprender una segunda lengua sabe que se enfrenta a un proceso largo y exigente. Sin embargo, es difícil hacerse a la idea de la dificultad añadida que supone para las personas con dislexia.
Este problema del aprendizaje está comúnmente asociado a la imagen de una niña o un niño en las primeras etapas de educación silabeando, o más adelante, cometiendo errores de ortografía. Esto, sin dejar de ser cierto, es una imagen limitada de una dificultad que se mantiene a lo largo de toda la vida y cuyas manifestaciones evolucionan según los retos de cada etapa.
Aprender una lengua extranjera es sin duda un desafío importante para las personas con dislexia. Tras investigar cómo afecta al rendimiento de adultos jóvenes en un idioma extranjero, hemos comprobado que no sólo son menos competentes en tareas de lectura y escritura, sino también en la producción oral.
Las dificultades en la lectura y la escritura, y sobre todo los errores ortográficos, eran predecibles: si en su lengua materna tienen que hacer un esfuerzo especial para aprender cuándo usar, por ejemplo, la “b” o la “v”, resulta casi heroico que se hagan a un sistema ortográfico tan poco intuitivo, por ejemplo, como el del inglés.
Tener dislexia y hablar un segundo idioma
Sin embargo, no esperábamos encontrar que los mayores problemas de estos adultos con dislexia respecto al inglés no aparecían en la lectura o la escritura, sino en la producción oral. A la hora de hablar sobre una lámina, utilizaban un vocabulario menos rico, cometían más errores y utilizan frases demasiado simples en comparación con las personas sin dislexia, algo que no ocurría en sus producciones escritas.
¿Por qué? A pesar de que pueda resultar contradictorio, este fenómeno es coherente con las peculiaridades neuropsicológicas de las personas con dislexia.
Características de las personas con dislexia
Para empezar, los niños y niñas pequeñas con dislexia suelen presentar un inicio tardío del lenguaje en su idioma nativo, por lo que podría parecer lógico que presenten limitaciones similares al aprender una segunda lengua.
Además, esta población se caracteriza por dificultades de acceso al léxico y de memoria de trabajo, es decir, tardan más en recordar el nombre de las palabras que quieren usar y en estructurar lo que van a decir. Esto hace que, en el contexto de la comunicación oral en el que hay que responder sobre la marcha, sin mucho tiempo para pensar, las personas con dislexia se vean desventaja.
Por ello, los resultados obtenidos nos han llevado a hipotetizar o suponer la existencia de lo que hemos denominado un “déficit de lenguaje espontáneo en lengua extranjera”.
Examen oral: no tan buena idea
Como otras dificultades de aprendizaje, la dislexia no se desaparece con el tiempo; un adulto con esta dificultad seguirá requiriendo, al igual que un niño, recursos y estrategias específicas para desarrollar todo su potencial.
En ocasiones se tienden a sustituir los exámenes escritos por exámenes orales esperando facilitar el trabajo al alumnado con dislexia. Sin embargo, en las clases de idiomas, esto podría resultar contraproducente. Si queremos que el alumno exprese ideas complejas, haga un buen uso del vocabulario y utilice estructuras gramaticales elaboradas, parece que lo mejor sería dejarle que se exprese por escrito y no hacer hincapié en sus errores de ortografía.
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Más tiempo para pensar
Otra de las adaptaciones más eficaces para apoyar a estas personas consiste, simplemente, en darles más tiempo para realizar las tareas. De hecho, hay varios estudios que apuntan a que los individuos adultos con dislexia pueden rendir al mismo nivel que sus compañeros siempre y cuando no se les restrinja el tiempo.
También deberíamos evitar ejercicios que requieran respuestas rápidas o espontáneas. Por ejemplo, en lugar de preguntar directamente y esperar a la contestación, sería más adecuado facilitar las preguntas con antelación, ofrecer un tiempo para a reflexión, que haga sus anotaciones y, solo después, conteste.
Permisividad ortográfica
Por último, una de las dificultades que más persiste con la edad y que suele suponer la limitación más importante para las personas adultas con dislexia son los errores de ortografía. Es importante que entendamos que independientemente de cuantas veces hayan visto escrita una palabra, puede resultarles difícil recordar cómo se escribe. Necesitarán de la enseñanza explícita de los patrones ortográficos, utilizar estrategias como subrayar las letras problemáticas de las palabras que suelen escribir incorrectamente y la memorización, una a una, de las palabras irregulares.
A pesar de todas las dificultades descritas, las personas con dislexia son capaces de aprender todo lo que se propongan, incluyendo a leer, escribir y hablar en inglés. Sin embargo, es la labor de los docentes darles todos los apoyos que necesiten para hacer este proceso más ameno y aprovechar todas sus potencialidades.
Uxue Pérez Litago, Docente en el Grado en Logopedia, Universidad de Oviedo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.