
Los símbolos son importantes para el ser humano: desde el alfabeto, los números y la señalética que encontramos en diversos lugares, hasta las coronas, báculos, estandartes, escudos y banderas. Cada uno de ellos tiene un valor simbólico que es fácil de reconocer y que genera identidad y pertenencia. Ejemplo de ello son el amarillo y negro, o el celeste, que identifican al poderoso The Strongest y al Bolívar, respectivamente; así como el bastón de mando, las medallas o las bandas que distinguen a las autoridades.
En las ciudades, como Roma, el Foro o el Coliseo toman un papel importante; en Madrid, el Barrio de las Letras o Las Ventas; en Milán, el Duomo o su catedral. Sucre, la capital, tiene la Casa de la Libertad o La Recoleta; Potosí cuenta con la Casa de la Moneda o el Cerro Rico, que la hace patrimonio material de la humanidad; Santa Cruz de la Sierra tiene la Basílica de San Lorenzo o la Fexpocruz. Podemos mencionar diversos lugares dentro del país que ocupan ese espacio simbólico y que son íconos de sus respectivas ciudades.
En La Paz, sede de gobierno, el simbolismo existe desde su creación en 1548, cuando fue fundada para pacificar el conflicto entre pizarristas y almagristas. Es una ciudad eminentemente comercial, y hasta el día de hoy el comercio sigue siendo uno de sus pilares fundamentales. El Illimani, el guardián andino, contempla la ciudad, que alberga el Palacio Quemado, el Congreso y el Tribunal Supremo Electoral. También tiene las sedes centrales de los partidos políticos más importantes del país, entre ellos históricos como el Movimiento Nacionalista Revolucionario, en la zona de San Pedro.
Debemos nombrar también lugares como el Montículo, la Basílica de San Francisco o el estadio Hernando Siles, donde Brasil perdió el invicto en las eliminatorias mundialistas. Además, la ciudad es una de las más altas del mundo, entre otros atributos. Sin embargo, todo lo anteriormente mencionado parece ser desconocido por las autoridades municipales, que, bajo la excusa de la challa, nos develaron una “súper obra” inesperada que no soluciona los problemas urgentes de la ciudad: un letrero tipo Hollywood que tiene un costo de más de dos millones de bolivianos.
El “letrerito simbólico”, que dicen será un imán para el turismo, se encuentra en Cotahuma y es una muestra de las prioridades ediles. Han pasado más de tres meses desde el desastre en Bajo Llojeta y, con un trabajo de emergencias lento y discontinuo, el lugar sigue prácticamente igual que el día de la catástrofe. Al municipio se le acaban las ideas para culpar a terceros por su dejadez, su falta de trabajos de prevención y la ausencia de fiscalización territorial.
Los baches en diversas avenidas y calles, o los sifonamientos, como el que anega desde hace meses una ruta troncal como la avenida Del Poeta, parecen no despertar en las autoridades la conciencia de cuáles son las labores urgentes. El “letrerito simbólico” parece ser su salida ante su incapacidad y pésima gestión, e intentan convencer a los paceños de que la visita de un grupo de vallenato o Maroyu al lugar hace de esta una obra esperada o de utilidad ante la realidad de una ciudad abandonada.
Falta, para desgracia de los paceños, la estatua del Señor del Gran Poder, que en su complejo tendrá dos salones de fiesta tipo “cholet” y un escenario al aire libre, bajo la excusa de fomentar la economía naranja. Es parte de las “súper obras” que afanosamente el alcalde Arias ha venido propagandeando en diversos medios de comunicación desde el inicio de su gestión y que será otro monumento al despilfarro, una muestra de que las verbenas y las fiestas son el paradigma de su administración.
La decadencia se ha apoderado del municipio, y esperemos que la gestión acabe pronto sin seguir destruyendo todo lo construido en veinte años.
¡La Paz necesita de un alcalde con urgencia!


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