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Fleetwood Mac no es solo una banda: es un espejo de las pasiones humanas, un testamento de cómo la música puede sobrevivir al caos, al amor y a la traición. Fundada en 1967 por el baterista Mick Fleetwood, el guitarrista Peter Green y el bajista John McVie, el grupo comenzó como una joya del blues británico. Su sonido inicial, melancólico y poderoso, llevó al público canciones como “Albatross” y “Black Magic Woman”, esta última inmortalizada luego por Santana. Pero el alma atormentada de Peter Green, consumido por sus propios fantasmas, marcaría el primer gran quiebre de una banda que desde el inicio supo del vértigo y la pérdida.
La transformación llegó a mediados de los años 70, cuando el guitarrista Lindsey Buckingham y la cantante Stevie Nicks se unieron al proyecto. Con ellos, Fleetwood Mac mutó en algo más grande, más melódico y más universal. El resultado fue “Rumours” (1977), un álbum que no solo vendió más de 40 millones de copias, sino que también se convirtió en un símbolo cultural de una época. La paradoja fue que esta obra maestra nació del colapso emocional interno: dos parejas dentro de la banda se estaban separando y las tensiones eran insoportables. Sin embargo, canalizaron ese dolor en arte. Canciones como “Dreams”, “Go Your Own Way” y “The Chain” condensaron traiciones, confesiones y despedidas, alcanzando una honestidad brutal que aún hoy resuena con fuerza.
En los años siguientes, el grupo atravesó nuevas separaciones, salidas temporales, experimentaciones sonoras y silencios prolongados. Lindsey Buckingham abandonó la banda en 1987, y desde entonces, Fleetwood Mac ha sido una constelación en constante movimiento. Aun así, la esencia siempre permaneció, y su retorno con la formación clásica en el álbum en vivo “The Dance” (1997) volvió a reunir a los viejos fans con una energía que parecía inagotable.
Uno de los corazones de la banda ha sido siempre Stevie Nicks. Su imagen mística, su voz arenosa y su lírica espiritual la convirtieron en una figura de culto tanto dentro como fuera del grupo. Su carrera solista también brilló, especialmente con álbumes como “Bella Donna”, sin nunca perder su conexión con la historia mayor que compartía con Fleetwood Mac. Su presencia aportó un aire de hechizo a cada escenario, cada portada, cada verso.
Más de cinco décadas después, Fleetwood Mac sigue influyendo en artistas de todos los géneros. Su música ha sido sampleada, homenajeada, versionada y revivida. En 2020, el video viral de un hombre patinando mientras escuchaba “Dreams” trajo a la banda de nuevo al centro de la cultura popular. Fue una señal de que su legado no pertenece solo al pasado: está vivo, respira, y se adapta a los nuevos tiempos sin perder autenticidad.
Escuchar a Fleetwood Mac hoy no es un acto nostálgico, sino una experiencia profundamente humana. Su música habla de rupturas y reconciliaciones, de cicatrices y esperanzas, de todo lo que nos rompe y nos reconstruye. En tiempos donde todo parece efímero, ellos nos recuerdan que algunas melodías —como ciertos vínculos— están hechas para perdurar.
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