
Ciertamente, la unidad de las fuerzas democráticas es lo que la porción democrática creciente de la sociedad boliviana puede parir hoy, en 2025, con una yapa imprescindible. Eso es pedirle peras al peral. Pero, entonces ¿qué es eso que puede ser gestado? Y ¿en qué consiste, qué es, esa yapa de la que hablamos?.
1. El contenido del debate sobre la unidad.
¿Debemos debatir sobre la Unidad? Sin duda. En un país con varias etapas populistas que visibilizaron y visibilizan el carácter corporativista y autoritario de sectores masivos de su población, se debe debatir sobre la Unidad. En una realidad política donde fueron pocas las etapas no populistas o democrático-ciudadanas, se debe debatir sobre la Unidad, pues esta tendrá las características de la sociedad que provenga y expresará sus potencialidades y limitaciones.
Como puede verse, ese debate no puede prescindir del momento histórico en el que esta la sociedad boliviana en cuanto a la construcción de su carácter democrático. Estamos saliendo de la que posiblemente fue la etapa populista más profunda de la sociedad boliviana, la otra fue 1952-1964 y debemos cuidar de que la salida del populismo no sea una ingenua e inventada.
Y, lo central del debate: parece ser una falsa dicotomía entre a) si la unidad es solo para elegir un candidato, o b) si es solo para construir un proyecto político. Si lo planteamos tan dividido y polarizado, no acabaremos bien por el riesgo de dividir de inicio algo que va intrínsecamente unido y que, siendo fundamental, expresará por fuerza el grado de desarrollo ideológico y organizativo alcanzado por la ciudadanía democrática en Bolivia.
Debe entenderse con claridad, con base en las características de la sociedad boliviana en su comprensión de tener derechos y deberes y un Estado que debe brindarle protección y apoyo, que lo más sensato e inteligente es que la unidad sea ambas cosas a la vez, es decir que sea tanto para elegir un candidato como también para construir un proyecto político de cambio con una nueva visión de país. Y aunque existió ya como experiencia democrática de corto tiempo en las 2 últimas décadas del siglo XX, hacer ambas cosas es cómo manejar una balanza de precisión en busca de un equilibrio posible. Si se pone unos gramos demás hacia la candidatura, el proyecto político común podría ser frágil; y si se los pone demás en el proyecto, se corre el riesgo a tener un candidato atado de manos.
2. La Unidad depende de una buena lectura sociopolítica del electorado.
¿De qué depende saber el gramaje que hay que poner en cada lado de la balanza? Pues de la correcta lectura de las características de las dos sociedades bolivianas, es decir de las características del electorado nacionalmente considerado. ¿Y cuáles son esas características desde el par candidato-proyecto?
2. Bolivia tiene hoy tres electorados, no se olviden.
Las premisas de partida señalan que 1) la Bolivia democrática y ciudadana es ya importante, aunque no alcanza aun al 50 % del electorado, 2) la Bolivia democrática necesita ciertamente tanto un candidato como un proyecto compartido de unidad.
El candidato es el conductor, es el líder, y no debe ni puede ser solo un representante de la gente bienpensante, liberal y de clase alta. Debe ser algo más que eso, debe imprescindiblemente tener abiertas las puertas de ingreso al electorado de los sectores populares de la clase media indígeno-mestiza o emergente como le llaman algunos.
Y, además de ello, debe encarnar un proyecto compartido de unidad, es decir una visión de país y programa diferentes en lo económico, social, ideológico y cultural respecto de lo que fue el populismo izquierdista radical de los últimos 20 años. No es suficiente que sea un líder de discurso encendido, o alguien al estilo Milei que diga las cosas al modo argentino, sencillamente porque el electorado boliviano en disputa (el que posibilitaría a la unidad rebasar el 50 %), tiene un carácter ciudadano en transición, cuyo voto ha estado oscilando hacia el centro y hacia la izquierda en los últimos 20 años. El que no quiera entender esto, simplemente no conoce la realidad boliviana.
El proyecto común implica un plan de poder compartido porque en la estructura de gobierno habrá proporcionalidad en la representación de los partidos y corrientes según lo que obtengan en la encuesta definitoria, basado en una visión de país y programa abiertos al mundo, a la tecnología, a la inversión, todo para salir de la crisis económica y construir las bases de un nievo bienestar para los bolivianos.
Carlos Hugo Laruta es sociólogo y docente investigador de la UMSA.


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