Estados Unidos desmantela el orden mundial: la nueva era de Trump y su geopolítica de la ley del más fuerte
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha impulsado un drástico cambio en la política exterior de Estados Unidos, dejando atrás el multilateralismo y apostando por acuerdos entre grandes potencias.
Su estrategia se basa en negociar directamente con Rusia y China, redefiniendo las esferas de influencia global sin contar con sus aliados tradicionales ni con los organismos internacionales que durante décadas sustentaron la hegemonía estadounidense.
Uno de los episodios más claros de este nuevo enfoque ha sido su reciente choque con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski. En una reunión tensa en el Despacho Oval, Trump presionó abiertamente a Ucrania para que aceptara un acuerdo de paz en términos favorables a Rusia. Días después, la Casa Blanca anunció la suspensión temporal de la ayuda militar a Kiev y el corte del acceso a información de inteligencia, un golpe significativo para un país que ha dependido del respaldo estadounidense desde el inicio de la guerra. La decisión fue tomada sin consultar a los aliados europeos de la OTAN, lo que ha generado fuertes tensiones dentro de la alianza.
Más allá de Ucrania, Trump ha adoptado una postura cada vez más cercana a Moscú. Ha llegado a calificar a Zelenski de dictador, responsabilizar a Ucrania por la guerra y oponerse a su ingreso en la OTAN. Mientras tanto, representantes estadounidenses y rusos han mantenido conversaciones al más alto nivel sin la participación de Europa, lo que refuerza la idea de que Washington está reconfigurando el tablero internacional sin contar con sus antiguos socios.
Este giro forma parte de un planteamiento más amplio en el que Trump prioriza el poder de las grandes potencias sobre el papel de los organismos internacionales. Su administración está dispuesta a negociar con Rusia y China un nuevo equilibrio global, lo que deja en una situación incierta a países como Taiwán, cada vez más expuesto a las ambiciones de Pekín, o a naciones de América Latina, donde Washington ha vuelto a presionar para recuperar influencia sobre el Canal de Panamá.
Europa también ha sido golpeada por esta nueva política. Trump considera a la Unión Europea un actor secundario y ha impuesto nuevas barreras arancelarias a sus productos. Al mismo tiempo, ha reducido el papel de la OTAN en la crisis de Ucrania y ha exigido a los países europeos que aumenten su gasto en defensa, en un intento por desligarse progresivamente del conflicto.
Paralelamente, Trump ha intensificado su distanciamiento del multilateralismo. Su gobierno ha retirado a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre cambio climático, ha abandonado la Organización Mundial de la Salud, ha recortado drásticamente la financiación de USAID y ha sancionado a la Corte Penal Internacional. Con estas medidas, busca desvincular a Estados Unidos de los compromisos globales que, en su visión, limitan la soberanía del país.
Mientras Washington da un paso atrás en la escena internacional, China aprovecha el vacío. Pekín ha reforzado su liderazgo en el comercio y la diplomacia global, consolidando su influencia en organismos internacionales y expandiendo su presencia a través de la Nueva Ruta de la Seda. El alejamiento de Estados Unidos de sus aliados y su apuesta por una política más unilateral pueden terminar fortaleciendo a su principal competidor en la lucha por la hegemonía global.
Con el segundo mandato de Trump en marcha, la gran incógnita es qué sucederá una vez que deje el poder. Aunque no puede buscar la reelección, su vicepresidente, J.D. Vance, comparte muchas de sus ideas y podría continuar con esta política en el futuro. La pregunta es si Estados Unidos podrá retomar su papel tradicional en la diplomacia global o si este cambio marcará el fin definitivo de su liderazgo en el orden internacional.
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